El intestino humano ha sido diseñado evolutivamente para estar en contacto con bacterias vivas, a través de lo que comemos. Sin embargo, hoy en día, prácticamente toda nuestra alimentación es estéril. En ese sentido, Gabriel Vinderola, docente de la Facultad de Ingeniería Química (FIQ) de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) e investigador del Instituto de Lactología Industrial-INLAIN (UNL-CONICET) afirma que “nuestro intestino tiene poco estímulo de bacterias vivas y eso hace que el intestino no se eduque y se inflame o genere una respuesta alérgica a las cosas. Por eso existen cada vez más casos de celiaquía, obesidad o sobrepeso. Para combatir esas afecciones es necesario reeducar nuestros hábitos alimenticios”.
Los primeros mil días (período que comienza con la gestación y concluye con el segundo año de vida) constituyen un período crítico en el desarrollo de los niños y niñas, ya que implica cambios trascendentales para la salud y significa una oportunidad única para que obtengan beneficios nutricionales e inmunológicos que necesitarán en el futuro. “Es un momento clave para educar el sistema inmunológico del intestino. Hay tres grandes "tragedias microbiológicas" que es necesario repensar: el exceso de partos por cesárea, la poca lactancia materna y el consumo indiscriminado de antibióticos” aseguró Vinderola.
La importancia de promover el parto vaginal y la lactancia materna
“Desde el momento de la concepción, es importante que la persona gestante tenga una correcta salud intestinal porque de su intestino saldrán las bacterias que pasarán al intestino del bebé. Para ello, lo ideal es que el parto pueda llegar a término y que sea vaginal. Cuando el parto es vaginal, el bebé absorbe los lactobacilos que están en el canal vaginal y no otro tipo de bacterias que tiene la mamá en la piel, lo que sucede si el parto es por cesárea” expresó Vinderola.
La Organización Mundial de la Salud indica que las cesáreas no deberían superar el 10% de los partos. No obstante, encuestas realizadas en la ciudad de Santa Fe señalan que los valores son alarmantemente mayores. Como para contrastar con otro ejemplo, en países como Finlandia, las cesáreas no llegan al 5% de los casos. Podríamos preguntarnos con qué se relaciona esta tasa tan elevada de césareas en nuestra región. Por un lado, hay una pauta de que los profesionales de la salud se organizan mejor con cesárea. Por otro, existen miedos respecto al dolor que puede significar un parto vaginal y se desconocen los daños que la cesárea puede traer a la salud intestinal del bebé. Además, la cesárea está asociada al consumo de antibióticos y los antibióticos también deterioran la diversidad y abundancia de la microbiota intestinal. Existen estudios que indican que los niños y niñas que nacen por cesárea y que toman poca leche materna, a la larga tendrán alergias, inflamación intestinal, sobrepeso o diabetes. Los profesionales de la salud son unos de los de principales responsables de promover medidas para que el parto sea vaginal y para que se estimule la lactancia materna. En la leche materna, hay miles de millones de bacterias que impactan positivamente en el sistema inmune del bebé. Por eso, un bebé que toma leche materna está muy protegido”, enfatizó.
El desarrollo de la microbiota en las siguientes etapas de vida
Luego de los primeros mil días, es posible seguir tomando medidas para desarrollar una microbiota intestinal saludable. Una de las claves es el consumo de fibras. “Actualmente, el consumo medio de fibra es realmente muy bajo, aproximadamente unos 10 o 15 gramos de fibra por día. Se estima que la microbiota intestinal necesita más de 30 gramos diarios de fibra por día para su correcto desempeño. En las heces fosilizadas de personas que vivieron hace más de 4000 años, se ha comprobado que el consumo de fibras era entre 10 y 20 veces mayor al nuestro. Existen poblaciones africanas que consumen un alto porcentaje de fibra en su dieta alimentaria y se han realizado estudios científicos que comprueban que esas personas no tienen problemas de sobrepeso, obesidad, hipertensión o demencia. Es decir, están libres de todo tipo de enfermedades crónicas que afectan a nuestra comunidad y eso se relaciona directamente con una incorrecta instalación de la microbiota intestinal de forma temprana” afirmó Vinderola.
“El consumo de frutas y verduras es importante, pero además es crucial que sean estacionales. Investigadores canadienses compararon la microbiota intestinal lo largo de todo un año de personas que viven en Montreal respecto a una población indígena del Norte que acostumbra comer lo que les da la naturaleza. La microbiota de esta población resultó mucho más diversa entre ellos y más diversa a lo largo del año. Los residentes de Montreal tenían una microbiota mucho más "aplanada". Esto quiere decir que, por ejemplo, si a mí me gusta la frutilla puedo ir a un gran supermercado y comprar frutilla todo el año. Estoy comiendo fruta, pero dicho consumo no estimula la microbiota en su diversidad porque estoy alimentando sólo una fracción de ella. Es por esto que es recomendable comprar las frutas y verduras en las ferias, ya que, además de promover la economía local, me estoy asegurando de consumir productos de estación. Para nuestra salud, es necesario no atarse a la fruta o verdura de nuestra preferencia, sino poder esforzarnos por comer más variado”, aportó Vinderola.
“Otra de las medidas para promover el crecimiento de una microbiota intestinal saludable es el consumo de legumbres y cereales de granos enteros, ya que los mismos llegan intactos en gran parte al intestino grueso y ahí son diferidos por la microbiota intestinal. Además, es importante el consumo de alimentos fermentados porque tienen bacterias vivas, como por ejemplo el yogur con probióticos” aconsejó Vinderola. Según el Código Alimentario Argentino, los lácteos deben comercializarse en frío y es importante que sea así porque muchos lácteos se deterioran si se rompe la cadena de frío. Pero el yogur es un lácteo muy diferente a todos los otros, porque es un producto que fue fermentado. “De esta manera, el yogur se transforma en un ambiente hostil para bacterias patógenas y no se corre ningún riesgo en la interrupción momentánea de la cadena de frío. De hecho, es lo que venimos realizando cada vez que compramos un yogur en el supermercado y lo llevamos a nuestro domicilio e históricamente nunca sucedió nada. Esa misma interrupción de la cadena de frío podría ser tranquilamente el período de tiempo necesario para que los niños y niñas lleven un yogur a la escuela y lo tomen en el primer recreo. Pero existe un miedo infundado, alimentado por profesionales de la salud que no tienen información de microbiología. Ante ese miedo, las madres y padres ponen en las mochilas de sus hijos un paquete de galletitas. Un yogur es un producto mucho más rico nutricionalmente que una galletita, que en muchos casos tienen alto contenido de azúcares y grasas. Es una lástima que las familias se pierdan la oportunidad de dar a sus hijos alimentos nutricionalmente importantes” explicó.
El riesgo de Síndrome Urémico Hemolítico
Argentina es uno de los países con más incidencia de Síndrome Urémico Hemolítico. Esta enfermedad es causada por una bacteria llamada Escherichia coli O157:H7, que es el serotipo más conocido, pero no el único. “Esta bacteria está en el intestino de las vacas y puede pasar a la leche o a la carne si hay un mal manejo en los frigoríficos o en los tambos. El consumo de leche cruda, por ejemplo, puede representar un riesgo de contraer Síndrome Urémico Hemolítico, porque no se inactivó la batería. Sin embargo, para producir yogur, la leche se pasteuriza dos veces y se somete a un proceso de fermentación que la acidifica. Por lo tanto, tiene tres importantes barreras respecto a la leche cruda. De esta manera, el yogur es un producto completamente seguro. La posibilidad de contraer el síndrome por el consumo de yogur es realmente mínima, cercana a cero. El principal vector de la Escherichia coli es la hamburguesa mal cocida. Si la bacteria llegó a un corte de carne, por ejemplo, basta cocinarlo "vuelta y vuelta" para matarla, ya que no ingresa a su interior. El problema aparece cuando la bacteria está en la carne picada, debido a que en esos casos sí puede alojarse en el interior de las hamburguesas que no están lo suficientemente cocidas” indicó Vinderola.
“Uno nace una vez, toma la teta por un par de meses y antibióticos algunas veces en la vida, pero la alimentación es una cuestión de todos los días. Entonces, todos los días tenemos la posibilidad de hacer algo por nuestra microbiota intestinal y evitarnos un problema, que seguramente tendremos si la descuidamos. La última Encuesta Alimentaria Argentina indica que dos tercios de la población de nuestro país tienen sobrepeso y obesidad. Las personas con sobrepeso y obesidad corren mayores riesgos de contraer enfermedades cardiovasculares. Esta situación se podría moderar y prevenir si se toman medidas concretas para continuar estimulando el desarrollo de una microbiota intestinal saludable” concluyó Vinderola.
Prensa FIQ | UNL